En enero ya se dictaron las medidas del sarcófago; el «embalsamador de los Papas» fue visto en Cuba
Llevado de aquí para allá, los últimos días de Hugo Chávez no son de gran épica. Su negativa a apearse del poder a pesar de su incapacidad manifiesta para el cargo,
la necesidad de los cubanos de prolongar la vida del comandante al
menos hasta tener más o menos asegurada la coronación del vicepresidente
Nicolás Maduro y la dificultad familiar, sobre todo materna, de aceptar
una despedida prolongaron una situación al final excesiva.
Desde las complicaciones del postoperatorio, la previsión de la muerte de Chávez estaba ya en la agenda del Gobierno. A principios de enero, desde el Palacio de Miraflores venezolano se dieron ya las medidas para el sarcófago, que ABC
obtuvo, pero nunca reprodujo. Durante esas semanas de la convalecencia
de Chávez en Cuba, visitó la isla Massimo Signoracci, conocido como “el embalsamador de los Papas”. Este diario obtuvo confirmación de su presencia, pero no pudo determinar si guardaba o no relación con el caso.
Estabilizado una vez superada la infección del largo
postoperatorio, el 18 de febrero comenzó el periplo de Chávez en camilla
por el Caribe. Su llegada al Hospital Militar de Caracas pretendía
encontrar un momento de oportunidad para juramentar como presidente,
algo que se estimaba esencial para que a su muerte o renuncia Maduro se
hiciera cargo del país hasta las elecciones. Al final, al no poder
producirse la juramentación, Maduro ha buscado la fundamentación
jurídica frente a su rival, Diosdado Cabello, en otro criterio.
Nuevo tumor
A la espera de esa oportunidad, su diagnóstico empeoró. El 22 de febrero un último examen médico diagnosticó una nueva tumoración cancerígena que
afectaba ya el 35% del pulmón izquierdo. Fue un diagnóstico devastador,
que indicaba un definitivo avance de la enfermedad e hizo desistir de
intentar la juramentación.
Ese mismo día Chávez fue trasladado a la residencia presidencial de la isla venezolana de La Orchila,
donde la familia podía vivir junto al paciente y además sin la
publicidad a la que estaría expuesta en el Hospital Militar. Era destino
final, pero nuevas crisis llevaron a un cambio de última hora. El viernes 1 de marzo Chávez fue transportado a Cuba.
Una versión apunta a que fue la propia madre del presidente la que
suplicó un postrer esfuerzo. Tanto desplazamiento –posible, pero no
aconsejable- es inusual en un enfermo terminal, sin embargo el jefe de un régimen con formas autoritarias nunca es un paciente común.
Este diario no ha podido constatar que en este tramo final a
Chávez se le aplicara quimioterapia. Los médicos generalmente lo
descartarían. “Es absolutamente improcedente que le apliquen ningún tipo
de quimioterapia. Solo puede entenderse como un típico caso de
obstinación terapéutica. Ningún tipo de quimioterapia puede ofrecerle
beneficio. Ya se ve que hay otros factores que llevan a esa actitud,
quizás el deseo de los familiares o el entorno político”, afirma el oncólogo español Joan Janáriz.
En su opinión, probablemente ni siquiera la última operación se le
tenía que haber hecho: solo ganó tres meses de sufrimiento, sin salir de
la cama.
El pasado lunes, en cualquier caso, se tiró la toalla. La
familia convino en que por la noche se le retirara la asistencia
artificial, como previamente dijo ABC. La muerte del presidente se produjo sobre las 7 de la mañana del martes.
La cara de Maduro y otros dirigentes chavistas delataba el
fallecimiento cuando a media jornada protagonizaron un acto político.
Mientras este acaparaba la atención de los medios en Caracas, el cuerpo
del difunto dirigente fue transportado desde La Habana a la capital venezolana.
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